La localidad de Villa Salavina está ubicada en el Departamento Salavina, en la provincia de Santiago del Estero, Argentina. Es una población muy pequeña (poco más de 600 habitantes), de muy antigua data, pues allí murió Diego de Rojas, el fundador de Medellín (Santiago del Estero). Los habitantes en su gran mayoría son trabajadores rurales temporarios (también llamados "golondrinas") que debido a la falta de trabajo, deben emigrar hacia otras provincias como Santa Fe, Buenos Aires y Mendoza, entre otras. En Salavina tienen lugar dos eventos culturales importantes, el Congreso de la lengua Quichua, realizado en el mes de mayo, y la fiesta del Tanicu, que se realiza en el mes de octubre y convoca a numerosos turistas.
Vocabulario:
Tuscal. Sitio poblado de tuscas (Acacia aroma), árbol pequeño de unos 2 metros de altura, aunque puede alcanzar los 9 metros, probablemente dependiendo de la provisión de agua. Desarrolla en zonas áridas, y aunque sus flores son muy pequeñas están reunidas en vistosos pompones esféricos de color amarillo (Cuando el sol con su magia ya deja florecido de oro el tuscal).
Crespín. (Tapera naevia naevia), ave de la familia Cuculidae propia de Centro y Sudamérica.
Tiene cerca de 30 centímetros de largo, de color gris castaño rayado con negro, vientre blanquecino, cola larga y una cresta rojiza y negra que puede levantar. Es un ave tímida, que se oculta entre los arbustos, y su canto de dos o tres notas parece decir "crespín, crespín", lo que ha dado origen a una leyenda en Argentina y otras zonas de América Latina.
Letra y acordes de la zamba Salavina
Letra y Música: Letra y Música: Mario Arnedo Gallo
Como un canto levanta la noche añoranzas que vienen y van, encendiendo el violín de los grillos junto al cerco de la soledad. Y la luna en el lomo del río con la espuma se pone a jugar, y unas coplas de viejas vidalas en la orilla ya se oyen llorar. Cuando el sol con su magia ya deja florecido de oro el tuscal, el crespín va rompiendo el silencio sobre amargos senderos de sal. Con estrellas y voces lejanas, esperanza la noche, su amor, y la ausencia revive la pena que se adueña del viejo cantor. Salavina, ¡ay! Salavina, ¡quisiera verte otra vez! Ser el chango que allá en los bañados se mojaba contento los pies.
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