Autor: Víctor Abel Giménez
Llegó a la estancia de paso pa'l tiempo de las esquilas y alargó su permanencia por causa de que llovía. En una esquina 'el galpón le hizo tabique una estiba, tendió el catre; de un alambre colgó sus escasas pilchas, y al no encerrar la majada y andar de gusto esos días pa' no pasarla aburrido ayudó... en lo que podía: juntar marlos pa' hacer fuego, arreglar unas bebidas, cortar lonjas, sacar tientos, desgranar pa' las gallinas... Y cuando compuso el tiempo y terminó con la esquila, se quebró un peón y quedó pa' reemplazarlo unos días. Despúes en la mesma estancia otras changas que salían... Del galpón, pasó a las piezas que pa' los peones había. Y como el tiempo se escapa y se amontonan los días ya van como veinte años que aquel Segundo Molina es un hombre para un patrón: ¡ya no es más peón golondrina! Pero, el asunto ha cambiao en estos últimos días ya que ha llegao a la estancia un juez, con un polecía, pa' anoticiarlo al patrón de un parte que le traían: "que en su campo trabajaba un tal Segundo Molina, pa' la Patria desertor cuando llamó la Marina". Al enterarse el patrón, riyéndose todavía (pensando: una confusión), dentró a escuchar qué decían; y la verdad, era cierto, aunque ni el peón lo sabía... ¡Había pasao mucho tiempo del sorteo y la milicia! Pero aquel juez insistió completando su teoría: ¡Por no servir a la Patria es un desertor, Molina! Esas palabras cayeron pa'l patrón como agua fría, y levantando la voz dentró a sangrar por la herida... -¿Como? ¿Que no ha servido a la patria mi peón, Segundo Molina? ¡Podrá o no ser desertor, de eso no ando con porfías, pero que sirvió a la patria doy fe y me juego la vida; porque hace más de veinte años, sin aflojarle ni un día, con en el arao, de a caballo, sin conocer la fatiga, lidiando con toros bravos, haciendo crecer la estiba, recorriendo los potreros pa'l tiempo de las paridas... ¿O solo sirve a la patria aquel que va a la milicia... ? Vaya nomás que enseguida me cambio y salgo pa'l pueblo a ver la papelería y buscar un abogado que lo defienda a Molina... El peón, que estaba a su lado sin decir la boca es mía, salió al tranquito, pensando en las cosas de la vida; él, que siempre iba alegando que a llorar no aprendería, con la cabeza agachada se metió pa' la cocina. Y le mojaron sus ojos el puño de la camisa mientras seguía escuchando lo que'l patrón repetía: Conque... ¿no ha servido a la patria mi peón, Segundo Molina?