Autor: Julián Martín Castro
¿Cómo supe? Les diré: vivía espiando una duda, huella de una burla muda que mucho tiempo rastrié; duda que yo la campié hasta que la descubrí; y cuando la conocí quería desconocerla, negarla a gritos, no verla, volverla a arrancar de mí. Tenía duda de Almada sin ver ni hallar otra prueba, más que la sonrisa de Eva y una profunda mirada; no les oí decir nada, pero el silencio habla igual: él de mirada sensual, ella, indecisa y sonriente, plegaba distráidamente los bordes del delantal. Después de esa escena muda que ví entre Almada y Eva, nunca conseguí otra prueba que superara a mi duda; siempre la sospecha cruda atormentaba mi ser, y tentado por saber un día le urdí una trama, y le descubrí a mi dama la ingratitud del querer. Una vez maté un potrillo y algo se cruzó en mi mente, tenía con sangre caliente hasta el mango mi cuchillo; monté sobre el doradillo y al galope me largué; a la querencia llegué con el cuchillo en la mano, como ensayado de antemano secretamente le hablé. - "Tomá, límpiá mi cuchillo, que recién en la bajada pelié con mi amigo Almada y como hombre lo maté; panza arriba lo dejé por indecente y zafao; porque me dijo el malvao que conmigo eras infiel, que tu cariño era de él y por tu honor lo he matao". Tomó el cuchillo azorada, y sobre la parte roja cubrió de besos la hoja diciendo desesperada: - "Esta es la sangre de Almada y Almada es mi único amor". Yo, tragando el sinsabor, y ella clamando a su amante, compartí unos instantes el más horrible dolor. Le dije: - "Encontré quebrao el potrillo de la overa, y para que no sufriera con éste lo he degollao. Podés vivir sin cuidao, que si hay una herida aquí, es la que has abiero en mí al saber que sos de Almada, porque no hay peor puñalada que la de perderte a tí". Duda que vive escondida es mejor no esclarecerla, cuántas veces por saberla se llora toda una vida; siempre una duda sabida nos abre una cicatriz; una verdad en un tris oscureció mi pasado, pues mientras vivía engañado yo era el hombre más feliz.