En su poema "Maestra de campo" Luis Landriscina narra algo que conoció hace muchos años, pero que también es un tema de actualidad, pues la maestra de campo existe en lugares donde la escasa población escolar no justifica una escuela con una maestra para cada grado. A lo largo y a lo ancho del país hay escuelas con una "maestra de campo" que se ocupa de todo. Se le llama "maestra de campo" porque ha sido típico en la zona rural, pero además del campo las hay en las islas del litoral argentino, en el norte jujeño, y en muchos parajes alejados de la civilización.
Las tareas de una "maestra de campo" son múltiples, pues además de atender todos los grados, es celadora, portera, y no pocas veces cocinera, para los chicos que comen en la escuela. Dos grandes poetisas de la literatura latinoamericana han estado íntimamente relacionadas con la maestra de campo: Alfonsina Storni, porque se inició en la docencia como maestra de campo, y Gabriela Mistral, porque les dedicó un poema, titulado "La maestra rural".
Pampa del Indio es una localidad argentina, situada en el extremo norte del Departamento Libertador General San Martín de la Provincia del Chaco.
Maestra de campo (Poema)
Autor: Luis Landriscina
Por la pereza del tiempo el otoño estaba tibio, ya que en el Chaco, el verano es como dueño del sitio. Y a veces demora en irse sin importarle el destino. Por eso es que aquella tarde cuando bajó en la estación del lerdo tren en que vino su cuerpito era una brasa por nuestro clima encendido. Y se quedó en el andén como asustada y con frío por ser mucha juventud pa´terreno tan arisco. A más mujer, buenamoza y en pago desconocido. Y allí se quedó parada en vago mirar perdido por, por querer disimular su temor a estar tan sola y sin saber el camino.
Pero al momento nomás, las toscas manos de un gringo, callosas de tanto arar y de pelearlo al destino se acercaron bondadosas y con ternura de niño le dieron la bienvenida en nombre de la escuelita que hace mucho la esperaba triste en el medio del monte pa que alegrara a sus hijos.
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No se vaya señorita, quédese a vivir aquí, si nosotros la queremos por qué se tiene que ir. Esas voces y unas manos que se agitaban sin ruido fueron únicos testigos de aquella amarga partida. Ella entraba en el olvido allí dejaba sus años allí dejaba su vida. La polvareda del sulky y manitos color tierra fueron su único homenaje en aquella despedida.
¡Adiós señorita Rosa! ¡Adiós maestra de campo! En usted a todos les canto los maestros de mi tierra no sé si mi estrofa encierra y expresa lo que yo siento, pero tan solo pretendo oponer a tanto olvido mi simple agradecimiento, ya que la Patria les debe el más grande y merecido de todos los monumentos.
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