de Ricardo Güiraldes
El herrero Miseria (o El herrero y el Diablo) - Episodio 4
Otra vez el viejo, remozado y platudo, se volvió a correr mundo: terció con príncipes y magnates, gastó plata como nadie, tuvo trato con hijas de reyes y de comerciantes fuertes.
Pero los años, para el que se divierte, huyen pronto, de suerte que, cumplido el vigésimo, Miseria quiso dar fin cabal a su palabra y rumbeó al pago de su herrería.
A todo esto Lilí, que era medio charlatán y alcahuete, había contado en los infiernos el encanto de la silla.
-Hay que andar con ojo alerta -había dicho Lucifer-. Ese viejo está protegido y es ladino. Dos serán los que lo van a buscar al fin del trato.
Por esto fue que al apearse en el rancho, Miseria vio que lo estaban esperando dos hombres, y uno de ellos era Lilí.
Pasen adelante; sientensé -les dijo-, mientras yo me lavo y me visto para entrar al Infierno, como es debido.
-Yo no me siento -dijo Lilí.
-Como quieran. Pueden pasar al patio y bajar unas nueces, que seguramente serán las mejores que habrán comido en su vida de diablos.
Lilí no quiso saber nada; pero, cuando se hallaron solos, su compañero le dijo que iba a dar una vuelta por debajo de los nogales, a ver si podía recoger del suelo alguna nuez caída y probarla. Al rato nomás volvió, diciendo que había hallado una yuntita y que, comiéndolas, nadie podía negar que fueran las más ricas del mundo.
Juntos se fueron para adentro y comenzaron a buscar sin hallar nada.
Para esto, al diablo amigo de Lilí se le había calentado la boca y dijo que se iba a subir a la planta, para seguir pegándole al manjar. Lilí le advirtió que había que desconfiar, pero el goloso no hizo caso y subió a los árboles, donde comenzó a tragar sin descanso, diciéndole de tiempo en tiempo:
-¡Pucha que son buenas! ¡Pucha que son buenas!
-Tirame unas cuantas -le gritó Lilí, de abajo.
-Allí va una -dijo el de arriba.
-Tirame otras cuantas -volvió a pedirle Lilí, no bien se comió la primera.
-Estoy muy ocupado -le contestó el tragón-. Si querés más, subíte al árbol.
Lilí, después de cavilar un rato, se subió.
Cuando Miseria salió de la pieza y vio a los dos diablos en el nogal, le entró una risa tremenda.
-Aquí estoy a su mandado -les gritó-. Vamos cuando ustedes gusten.
-Es que no nos podemos bajar -le contestaron los diablos, que estaban como pegados a las ramas.
-Lindo -les dijo Miseria-. Entonces firmenmé otra vez el contrato, dándome otros veinte años de vida y plata a discreción.
Los diablos hicieron lo que Miseria les pedía y éste les dio permiso para que bajaran.