de Ricardo Güiraldes
El herrero Miseria (o El herrero y el Diablo) - Episodio 2
Cuando iban ya retiraditos, le dice a Jesús este San Pedro, que debía ser medio lerdo:
-Verdad, Señor, que somos desagradecidos. Este pobre hombre nos ha herrado la mula con una herradura de plata, no nos ha cobrado nada por más que es repobre, y nosotros nos vamos sin darle siquiera una prenda de amistad.
-Decís bien -contestó Nuestro Señor-. Volvamos hasta su casa para concederle tres Gracias, que él elegirá a su gusto.
Cuando Miseria los vio llegar de vuelta creyó que se había desprendido la herradura y los hizo pasar como antes. Nuestro Señor le dijo a qué venían y el hombre lo miró de soslayo, medio con ganitas de reirse, medio con ganitas de disparar.
-Pensá bien -dijo Nuestro Señor- antes de hacer tu pedido.
San Pedro, que se había acomodado atrás de Miseria, le sopló:
-Pedí el Paraíso.
Callate, viejo -le contestó por lo bajo Miseria, para después decirle a Nuestro Señor:
Quiero que el que se siente en mi silla, no se pueda levantar de ella sin mi permiso.
Concedido -dijo Nuestro Señor-. A ver la segunda Gracia? Pensala con cuidado.
-Pedí el Paraíso, porfiado! -le sopló de atrás San Pedro.
-Callate, viejo metido -le contestó por lo bajo Miseria, para después decirle a Nuestro Señor:
-Quiero que el que suba a mis nogales, no se pueda bajar de ellos sin mi permiso.
-Concedido -dijo Nuestro Señor-. Y ahora, la tercera y última Gracia. No te apurés.
-Pedí el Paraíso, porfiado! -le sopló de atrás San Pedro.
- Te querés callar, viejo idiota? -le contestó Miseria enojado, para después decirle a Nuestro Señor:
-Quiero que el que se meta en mi tabaquera no pueda salir sin mi permiso.
-Concedido -dijo Nuestro Señor, y después de despedirse, se fue.