Autor: Atahualpa Yupanqui
Debido a la extensión de El payador perseguido, la obra ha sido dividida en nueve partes para que no demore tanto en cargarse cuando la conexión es lenta, no tanto por el texto sino por el audio, que dura casi 42 minutos. También resulta más cómoda la lectura, pues no es lo mismo desplazarse cuatro pantallas hacia abajo que cuarenta. Para no quitarle continuidad, la división de El payador perseguido se hizo tratando de que los cortes se produzcan donde comienza un canto o un recitado, o cuando hay pausas con un solo de guitarra, que de por sí indican un intervalo dentro de la obra.
De seguro, si uno piensa le halla el nudo a la madeja, porque la copla más vieja, cómo la ráiz de la vida, tiene el alma por guarida, que es ande anidan las quejas. Por eso el hombre al cantar con emoción verdadera, echa su pena p'ajuera pa que la lleven los vientos, y ansí, siquiera un momento se alivia su embichadera. No es que no ame su trova ni que desprecee su canto. Es como cuando un quebranto en la noche de los llanos hace aflojar al paisano y el viento le lleva el llanto. En asuntos del cantar, la vida nos va enseñando que sólo se va volando la copla que es livianita. Siempre caza palomitas cualquiera que anda cazando. Pero si el canto es protesta contra la ley del patrón, se arrastra de peón a peón en un profundo murmuyo, y marcha al ras de los yuyos como chasque en un malón. Se pueden perder mil trovas ande se canten quereres, versos de dichas, placeres, carreras y diversiones; suspiros de corazones y líricos padeceres. ¡Pero si la copla cuenta del paisanaje la historia, ande el peón vueltea la noria de las miserias sufridas, esa, se queda prendida como abrojo en la memoria! Lo que nos hizo dichosos tal vez se pueda olvidar; los años en su pasar mudarán los pensamientos. Pero angustias y tormentos son marcas que han de durar. Estas cosas que yo pienso no salen por ocurrencia. Para formar mi esperencia yo masco antes de tragar. Ha sido largo el rodar de ande saqué la alvertencia. Si uno pulsa la guitarra pa' cantar cosas de amor, de potros, de domador, de la sierra y las estrellas, dicen: ¡Qué cosa más bella! ¡Si canta que es un primor! Pero si uno, como Fierro, por áhi se larga opinando, el pobre se va acercando con las orejas alertas, y el rico vicha la puerta y se aleja reculando. Debe trazar bien su melga quien se tenga por cantor, porque sólo el impostor se acomoda en toda huella. Que elija una sola estrella quien quiera ser sembrador. En el trance de elegir que mire el hombre p'adentro, ande se hacen los encuentros de pensares y sentires. Después, que tire ande tire, con la concencia por centro. Hay diferentes montones, unos grandes y otros chicos. Si va pal montón del rico el pobre que piensa poco detrás de los equívocos se vienen los perjudicos.